Temblorosa y sudorosa , desperté una mañana,
angustiada y perdida queriendo recordar
el corazón me palpitaba cuál motor a toda máquina ,
y el rubor en mis mejillas me comenzaba a calentar.
Y poco a poco una imagen llegó a mi mente,
un campo resplandeciente , partido a la mitad ,
dos minúsculas colinas se erigían al este y al oriente,
que mis dedos presurosos se dispusieron a confirmar.
Llegando al sur la vegetación se hacía espesa,
una maraña de lianas me impedían avanzar,
mi cabeza se hundía más profundo y más inquieta,
se secaba mi garganta desesperada en arribar.
Antes de conquistar su territorio, su inframundo ,
un rey glorioso se alzaba en majestuosidad,
poderoso, altivo , soberbio , delicioso,
me invitaba al néctar de su cálida bondad.
El leon altivo, se agitaba en grandes luchas,
mientras los gritos feroces parecían no acabar,
su empinada torre pétrea pronto vería la caída
y el jugo de mi victoria lo bebería sin parpadear.
Ya en el horizonte mi señor estaba vencido,
se mostraba indefenso , pálido, casi real,
con el corazón ardiendo y la humedad entre mis piernas,
sonreía complacida, acababa de recordar .